lunes, 2 de marzo de 2009

La web es mayor de edad...!!!


La web cumplió 18 años. Dieciocho años desde que Tim Berners Lee y Robert Cailliau liberaron su código gratuitamente, desencadenando uno de los procesos de difusión tecnológica más importantes de nuestro tiempo y creando una de las plataformas de desarrollo con más potencial en la historia. Dieciocho años después, en plena adolescencia, es buen momento para pensar en el futuro de la web. Y en el nuestro.

La web es el mayor reductor de fricción creado por el hombre. Entrar en Google y teclear algo produce, en fracciones de segundo, un
os resultados que antes habríamos tardado horas en generar, tras minuciosas tareas de documentación y síntesis. Y la fricción, como dice la Economía clásica, es parte importante de los negocios. Para muchos productos o servicios, es la razón de ser: podríamos construir un automóvil, pero la fricción inherente a ello hace que prefiramos adquirirlo a quien tiene experiencia, domina el proceso y ha tratado en más ocasiones con los problemas que conlleva. Podríamos programar un sistema operativo, pero ante la magnitud de la tarea, preferíamos buscar una empresa con equipos de programadores estructurados que le permitían ser más eficiente haciéndolo.

Antes de la web, estas decisiones eran evidentes: a nadie se le ocurría fabricar un automóvil o crear un sistema operativo, lo que permitía a empresas como Ford o Microsoft vivir de desarrollar esas tareas. Hoy, la situación ha cambiado: si bien fabricar un coche sigue aparejando una fricción que hace que pocos se lo planteen, la producción de un sistema operativo ya ha demostrado ser incluso más eficiente cuando se realiza así. Un sistema operativo creado por cientos de personas es hoy el más estable, el más barato y hasta el más bonito, obligando a Microsoft a repensar su modelo de negocio, a intentar mejorar sus tiempos de producción y su calidad, y a tener que competir contra un “enemigo invisible” con infinitos ojos y manos que incorpora mejoras y corrige errores a mayor velocidad que la propia empresa. Ronald Coase y su “The nature of the firm”, revisitados: si la empresa era una respuesta a la fricción inherente a comunicarse y coordinarse fuera de ella, debemos repensarla. Un proyecto como Linux habría resultado impensable antes de Internet. De hecho, fueron estas evidencias, además de una falta de visión palmaria, las que hicieron a Microsoft ignorar la web durante años y llegar tarde a su desarrollo: la empresa no veía claro que el resultado de tanta libertad y falta de fricción fuese bueno para ella, y prefería apostar por modelos cerrados y propietarios como AOL o MSN, donde para dar un paso había que tener el beneplácito del dueño. Afortunadamente, el éxito de la web eclipsó estos modelos: el progreso que la humanidad en su conjunto ha obtenido de ello resulta hoy completamente evidente.

Pero no son las empresas de software las únicas que deben repensar sus actividades a la luz de la web. Todos debemos hacerlo. Para las instituciones académicas, por ejemplo, la web plantea también retos importantísimos. Los trabajos que antes exigíamos a nuestros alumnos se centraban casi en enseñarles a obtener, compilar y presentar la información, algo que hoy pueden hacer en pocos clics, copiando y pegando. Sus trabajos no son necesariamente malos, aunque algunos ni siquiera hayan llegado a leérselos, pero la culpa no es suya: somos nosotros, por pedirles trabajos así. Las clases que impartimos ya no pueden asumir que sabemos más que nuestros alumnos, porque cualquier alumno con un portátil conectado a la web puede, en un momento, obtener información que nosotros no tenemos, y generar una discusión que no nos hemos preparado. Y la solución no es prohibir a los alumnos el uso del portátil en las aulas con excusas peregrinas como que “se distraen”, sino introducirlos nosotros mismos e intentar hacer de la enseñanza un medio con más potencial, que supere las limitaciones que tenía por culpa de la fricción.

Como directivos, debemos evaluar nuestro negocio a la luz del inmenso reductor de fricción que supone la red. Y además, “son lentejas: si quieres las comes, si no, las dejas”. Es imposible ignorar la web o vivir al margen de ella, porque tarde o temprano te encontrarás con que tus clientes o competidores se comen el plato que dejaste sobre la mesa. Ante esta "mayor de edad" que se pasea ante nosotros con más vida que nunca, no vale mirar hacia otro lado. Reúne lo mejor y lo peor del género humano, porque es reflejo del mismo, y afecta a todo: cómo planteas tu actividad, comunicas, vendes, investigas… no puedes permitirte el lujo de, como dice uno de los autores del muy recomendable “Funky business“, “seguir en tu puesto por ser experto en lo que era importante ayer”. Desde la web, 18 años nos contemplan.


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