sábado, 11 de abril de 2009

Packaging Ejecutivo

Cuando la Imagen cuenta...



Seguro que muchas veces has estado en la típica discusión generada por la pregunta: ¿Por qué en verano los hombres no pueden llevar al trabajo pantalones cortos (aunque sean de vestir) y las mujeres en cambio sí pueden llevar pantalones piratas o falda, sin medias y con sandalias?

Al conocer a alguien por primera vez tardamos entre 7 y 30 segundos en formarnos una imagen acerca del otro. Basamos nuestra opinión en lo que vemos. Sin embargo, nuestra imagen no es sólo una apariencia o un modo de vestir. Nuestro aspecto proyecta el reflejo de la empresa en la que trabajamos, somos imagen corporativa, y por ello, debemos transmitir compromiso, vigor y credibilidad.

La revista Facultades en su artículo Packaging ejecutivo o imagen personal afirma que “La imagen personal juega como interfaz del posicionamiento corporativo”.

Packaging, significa envase o paquete, por lo que el packaging ejecutivo podríamos definirlo como todo lo relacionado con las técnicas de presentación de un producto, en este caso nuestra imagen ejecutiva o corporativa.

La imagen es algo muy importante a la hora de relacionarse y, por supuesto, de establecer lazos profesionales. La primera impresión cuenta, que una buena imagen no es sólo cuestión de moda, sino de saber conocerse y sacarse partido “aunado a una buena expresión oral, escrita, conocimiento de las reglas de cortesía y el protocolo en los negocios”.

La imagen que se tiene sobre una persona o empresa se puede cambiar, y el preocuparse por ésta no es cuestión de vanidad. Podríamos decir que, independientemente de nuestra constitución física, una persona puede sacarse todo el partido posible para mostrar su mejor cara.

Hay ciertos errores que, por ejemplo, cometemos hombres y mujeres, y que, sin darnos cuenta, pueden transmitir impresiones erróneas sobre nosotros.

Hasta aquí la cara amable del cuidado por la imagen. Hay que reconocer que cuando este gusto por resultar agradable se convierte en una obsesión, y más cuando es una obsesión colectiva, como está pasando en nuestras sociedades, el packaging, ya sea ejecutivo, personal, social o por mero ocio, se convierte en una tortura.

El culto al cuerpo y a la imagen en medidas desproporcionadas puede ser igualmente dañino para una empresa. Podemos tener jefes y directivos de portada, que no servirán de nada, si sólo son floreros vestidos de diseño.

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