domingo, 26 de octubre de 2008
sábado, 25 de octubre de 2008
Historia del Vino
La historia del vino, según la mitología griega, comienza con amor, sigue con despecho y vuelve a coronarse con amor.
Todo comenzó con una acaramelada pareja de enamorados, que disfrutaban de si mismos en un bello paraje del Olimpo, junto al rio Estiga, durante una calurosa tarde de verano La pareja no era cualquier pareja. No, No. Eran el poderoso Zeus y la hermosa Sémele (hija de Cadmo, el rey de Tebas y de Hermione, la hija de Marte y Venus).
Ambos se habían enamorado loca y apasionadamente, de manera desbordante. Zeus estaba enamorado por completo, y para probarle a Sémele la honestidad de su amor, le juró aquella tarde amor eterno.
Así, escribió en la arena de la playa su declaración, jurando que jamás habría para él otra mujer y que siempre satisfacerla todos sus deseos y para terminar, la cubrió con lirios.
Pero claro, Zeus no era un hombre libre. ¡Ha no!, estaba más que casado y además, ¡con quien estaba casado! Pequeño detalle ese ¿no? Porque su nada simple esposa, era la muy poderosa Hera, una mujer hermosa y temperamental, que para peor estaba totalmente despechada y cansada de los engaños de su enamoradizo esposo.
No era la primera vez que Zeus engañaba a Hera, para nada, pero este romance había colmado su paciencia. Sentía una mezcla de celos y rabia, ¿que tenía que hacer su esposo con esa mortal, simple, paliducha, flaca y sin poder alguno?
Enfurecida, y aprovechando que contaba con el poder de transformarse según su voluntad, tomó la apariencia de Beroe (la nodriza de Sémele) y le dijo que debía guiarla a una nueva y romántica cita junto a Zeus en el palacio real. La loca enamorada corrió a la cita como boba, y se aprontó a la espera de su hombre, completamente engatusada: se acostó desnuda, se cubrió de flores, se perfumó don perfume de jazmín y se adornó con diademas de esmeraldas –tal como le gustaba a Zeus.
Pero claro, por más espera y paciencia que Sémele puso, quien llegó no fue Zeus, sino Hera, ahora con su apariencia habitual pero un mal humor inconcebible. Despechada concentró toda su ira en la bella Séleme y le lanzó una mirada fulminante, que cubrió tal cual rayo de fuego a la pobre victima.
En ese mismo instante, Zeus estaba presidiendo un consejo divino, cuando un inmenso dolor le sobrevino en el pecho. Allí, sin saberlo lo supo, se levantó violentamente y corrió al destino que le indicaba su intuición. Vulcano, su hijo y amigo, le acompañó para asistirlo de ser necesario.
Y de hecho, fue necesario. Cuando llegaron, se encontraron con un doloroso panorama: sólo quedaban cenizas doradas. de quien alguna vez había sido la hermosa Séleme de Tebas. Allí, entre las cenizas, Vulcano descubrió un objeto brillante. Y aleluya, allí estaba el único recuerdo que Zeus obtuvo de su gran amor: ¡era el embrión que Sémele había tenido en su vientre! ¡Era un hijo de Zeus!
Para salvarlo, Vulcano tomó delicadamente al pequeño y sin mediar palabras con su padre, infringió un tajo en el muslo izquierdo de Zeus y colocó allí a su medio hermano para que terminara allí de crecer.
Pasó el tiempo, y finalmente llegó el día en que debía nacer el pequeño Dioniso, fruto del amor inmortal entre Sémele y Zeus. El alumbramiento del niño fue privado: Sólo asistió Zeus y Sémele, cogió a Dionisio y lo depositó en un altar natural cubierto de madreselvas, jazmines y lirios. Repentinamente llegó al evento Hermes (el otro hijo predilecto del rey del cielo) a quien Zeus depositó al niño para que le cuide intensamente, pues sabía más que bien, que Dionisio no podía quedarse en la corte del Olimpo, pues allí su vida corría peligro.
Ese fue el día que nació Dionisio (Baco según la mitología romana), el dios delvino, promotor de la civilización, la paz, y protector de la agricultura y el teatro.
Tiempo de Teatro...
Al comenzar el siglo XVIII ya se había perfilado un público para el teatro de entretenimiento. En 1783, el virrey Juan José Vértiz autorizó el funcionamiento de la primera casa de comedias, conocida como Teatro de la Ranchería que funcionó en un galpón de techo de paja, habilitado hasta que se construyera un recinto definitivo, proyecto que nunca llegó a concretarse. Allí debutó en 1788 la actriz María Mercedes González y Benavídez, viuda y madre de tres hijos, quien debió recurrir a la justicia para poder ganarse el pan sobre las tablas, en función de la férrea oposición paterna. Allí también se estrenó un domingo de carnaval de 1789 la loa La Inclusa y el drama principal en cinco actos Siripo del poeta y periodista Manuel José de Lavardén, cuyo texto hoy perdido es considerado el comienzo del teatro culto nativo. De la misma época data una pieza considerada fundacional de la vertiente más popular de la escena nativa: El Amor de la Estanciera, sainete de autor anónimo y de ambientación campesina. En 1792 un incendio determinó el cierre del recinto.
Tras la Revolución de Mayo, el repertorio español fue dejado de lado –a excepción de Leandro Fernández de Moratín y El Sí de las Niñas– y se impuso el gusto francés, donde brillaba Molière.
En el segundo aniversario de la Revolución, se estrenó allí El 25 de Mayo o El Himno de la Libertad de Luis Ambrosio Morante. También subió a escena el sainete El Detalle de la Acción de Maipú, de autor desconocido, que dramatizaba el parte de San Martín a Pueyrredón anunciándole la victoria. Pero el énfasis rebelde de la época lo marca el estreno de Túpac Amaru, tragedia en verso atribuida a Morante, convertido también en actor, apuntador y director, que daba cuenta de la revolución indígena de 1870 en el Alto Perú.
Éste, también introducido por compañías europeas, gozaba de gran aceptación popular. El primer artista nacional del género fue Sebastián Suárez, quien levantó su carpa con bolsas de arpillera, iluminándola con tela embebida en grasa combustible de viejos envases. Se trató del Circo Flor América, donde actuaba vestido de forma estrafalaria y con el rostro pintado. Sin embargo, la gran figura fundadora de la arena autóctona fue José “Pepe” Podestá, creador del payaso Pepino el 88, quien desarrolló y dirigió la puesta de la pantomima basada en la novela Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez. Estrenada con parlamentos en Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires, en 1866, dio nacimiento al verdadero circo criollo que comenzó a recorrer los caminos del país. Con los años, Pepe se quedó con el repertorio gauchesco (que incluía lenguaje y ambientación rural combinados con danzas folklóricas), variedad que se cerró en 1896 con Calandria de Martiniano Leguizamón.
La inmigración, por su parte, había traído consigo el auge del sainete español, origen del sainete criollo, testigo de los conflictos urbanos que planteaba la nueva realidad circundante: conventillos, calles, cafés, se convirtieron en centro de la escena. Autores como Nemesio Trejo (Los Políticos), Carlos M. Pacheco (Los Disfrazados) o Enrique García Velloso (Gabino el Mayoral) dieron los primeros pasos en el denominado “género chico”, que pasando por Alberto Vacarezza (Los Escrushantes, El Conventillo de la Paloma) concluirá bien entrado el siglo XX en el grotesco de Armando Discépolo (Mustafá, Muñeca, Stéfano).
En 1949, Carlos Gorostiza (El Pan de la Locura, Los Prójimos, El Acompañamiento) estrenó El Puente. A esta segunda etapa corresponden también las primeras producciones de autores como Pablo Palant (El Escarabajo), Juan Carlos Ghiano (La Puerta del Río; Narcisa Garay, Mujer para Llorar), Juan Carlos Gené (El Herrero y el Diablo) y Osvaldo Dragún (La Peste viene de Melos; Historias para ser Contadas).
Los ´60, años de cambio y de cuestionamientos sociales, éticos y estéticos, produjeron una renovación en la escritura teatral y en la puesta en escena, que se perfilará en tres direcciones diferentes:
El teatro de vanguardia y experimentación, a la luz de las búsquedas iniciadas en el Instituto Di Tella, con las producciones de Eduardo Pavlosky (Espera Trágica, El Señor Galíndez) y de Griselda Gambaro (El Desatino, El Campo), que vigorizaron nuestra escena;
El realismo social, representado por Soledad para Cuatro de Ricardo Halac, Nuestro Fin de Semana de Roberto Cossa o Réquiem para un Viernes a la Noche de Germán Rozenmacher;
El nuevo grotesco, representado por La Fiaca de Ricardo Talesnik, La Valija de Julio Mauricio o La Nona del propio Cossa.
También en aquella época cobró auge el café concert, que incluía música, varieté y sketches diversos y que tuvo su centro en La Botica del Ángel de Eduardo Bergara Leumann o La Recova, donde se impusieron Carlos Perciavalle, Antonio Gasalla y Edda Díaz.
El fin de siglo heredó estas propuestas y ofrece además un teatro basado en una mayor destreza física del actor, al que acompañan títeres y muñecos. El caso más emblemático es el de El Periférico de Objetos.
RRPP on-line
2. que la publicidad será cada vez más a medida
4. la angustia que presupone estar "sin celular"
5. "Hoy ser es estar conectado".
Por eso no podríamos hablar hoy de medios y de Relaciones Públicas sin contemplar el advenimiento de Internet y las relaciones on-line. La Internet es el canal directo con nuestro público y varias empresas que ya están trabajando sus relaciones públicas en la Web 2.0.